¿Te acuerdas de Charlie Chaplin en Luces de Candilejas, haciendo aquel número de las pulgas amaestradas?
Pues bien, Mane nos dio un más alto momento chapliniano. Y el efecto fue una bomba.
En la primera bola, al primer balón que recibió, ya el pueblo comenzó a reír. Ahí radica el milagro: - el pueblo reía antes de la jugada, la gracia, la pirueta.
Reía adivinando que Garrincha haría su gran aria como en la ópera. Como sabemos, el único jugador mediocre hace un fútbol de primera. El crack, el diseñador virtuoso, el estilista, tiene la pelota.
Sí, cultiva la bola como una orquídea de lujo.
Fue una de las jugadas más histriónicas de toda la vida de Mane.
Primero voló por encima de la bola. Que se hizo, pero no lo era. Saltos para allá y para acá, con la delirante agilidad del 58. Ahí está la bola inmóvil, impasible, sumisa al genio. Y Garrincha haciendo todas las volteretas. (solo le faltó plantar bananeiras).
Ese chico “Raiz da Serra” nos compensa toda nuestra humillación personal y colectiva.
Ya se sabe que de nuestro labio, siempre cuelga la baba elástica y bovina de humildad. En 1958 o en el 62, los más indigentes de los brasileños podían tejer su fantasía de omnipotencia.
Y por todo eso, las multitudes que nada pedían y de las que nadie se acordaba.... hicieron lo que hicieron…
…las masas derribaron los portones… y le ofrecieron a Mane Garrincha una fiesta de amor… como no hubo igual… nunca…, así en la tierra como en el cielo…
